GUÍA SEXTA DE NOVENO-PLAN LECTOR
GUÍA SEXTA DE NOVENO-PLAN LECTOR
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INSTITUCION EDUCATIVA OCTAVIO HARRY-JACQUELINE
KENNEDY DANE 105001003271 - NIT 811.018.854-4 -
COD ICFES 050963 // 725473 |
Código: FA 21 Fecha: 20/04/2020 |
Guía de aprendizaje por núcleos temáticos No 6 |
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Docente (s): |
Nayive Melo Duque |
Grados: |
9° |
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Año: |
2021 |
Período: |
2° |
Núcleo Temático: |
Plan lector |
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Objetivo de la guía de acuerdo con los objetivos de grado: |
Fomentar el
hábito lector en los estudiantes para mejorar en ellos la ortografía, la
escritura de textos y fomentar el espíritu crítico. |
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1.
(Cognitiva)
Relaciona cada parte o idea del libro con su experiencia, para comprender el
significado de la lectura. 2.
(procedimental)
Combina y compara selectivamente los indicios para hacer inferencias. 3.
(Actitudinal)
Obedece instrucciones escritas que indiquen diferentes modos de trabajo. |
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Indicadores de desempeño: |
1. Relaciona
al libro del período con la realidad de su contexto y cotidianidad. 2. Práctica
la escritura de palabras en la composición de textos. 3. Desarrolla
ideas claras, lógicas y concretas utilizando signos de puntuación. |
Introducción:
¡Cordial saludo queridos estudiantes! Espero hayan descansado y
retomado nuevas fuerzas, apliquen nuevas estrategias de estudio y apliquen todo
su potencial en las guías.
Recuerden que las estas son el medio de aprendizaje, es una
herramienta esencial para trabajar con ellas en casa y en el colegio.
Por otro lado, les recuerdo que deben esforzarse por su caligrafía, y
ortografía, trabajen ordenadamente y sigan el paso a paso de las actividades a
desarrollar.
No olvides que, tus profes, te
queremos mucho.
Un abrazo gigantesco para ti y tu familia.
Diario
2 de junio de 1942.
Espero poder confiártelo todo como aún no lo he podido
hacer con nadie, y espero que seas para mí un gran apoyo.
28 de septiembre de 1942 (Añadido)
Hasta ahora has sido para mí un gran apoyo, y también
Kitty, a quien escribo regularmente. Esta manera de escribir en mi diario me
agrada mucho más y ahora me cuesta esperar cada vez a que llegue el momento
para sentarme a escribir en ti.
¡Estoy tan contenta de haberte traído conmigo!
Domingo, 14 de junio de 1942.
Lo mejor será que empiece desde el momento en que te
recibí, o sea, cuando te vi en la mesa de los regalos de cumpleaños (porque
también presencié el momento de la compra, pero eso no cuenta).
El viernes 12 de junio, a las seis de la mañana ya me
había despertado, lo que se entiende, ya que era mi cumpleaños. Pero a las seis
todavía no me dejan levantarme, de modo que tuve que contener mi curiosidad
hasta las siete menos cuarto. Entonces ya no pude más: me levanté y me fui al
comedor, donde Moortjebió haciéndome carantoñas.
Poco después de las siete fui a saludar a papá y mamá,
y luego al salón, a desenvolver los regalos; lo primero que vi fuiste tú, y
quizá hayas sido uno de mis regalos más bonitos. Luego un ramo de rosas y dos
ramas de peonías. Papá y mamá me regalaron una blusa azul, un juego de mesa,
una botella de zumo de uva que a mi entender sabe un poco a vino (¿acaso el
vino no se hace con uvas?), un rompecabezas, un tarro de crema, un billete de
2,50 florines y un vale para comprarme dos libros. Luego me regalaron otro
libro, La cámara oscura, de Hildebrand (pero como Margot ya lo tiene he ido a
cambiarlo), una bandeja de galletas caseras (hechas por mí misma, porque
últimamente se me da muy bien eso de hacer galletas), muchos dulces y una tarta
de fresas hecha por mamá. También una carta de la abuela, que ha llegado justo
a tiempo; pero eso, naturalmente, ha sido casualidad.
Entonces pasó a buscarme Hanneli y nos fuimos al
colegio. En el recreo convidé a galletas a los profesores y a los alumnos, y
luego tuvimos que volver a clase. Llegué a casa a las cinco, pues había ido a
gimnasia (aunque no me dejan participar porque se me dislocan fácilmente los
brazos y las piernas) y como juego de cumpleaños elegí el voleibol para que
jugaran mis compañeras. Al llegar a casa ya me estaba esperando Sanne Lederman.
A Ilse Wagner, Hanneli Goslar y Jacqueline van Maarsen las traje conmigo de la
clase de gimnasia, porque son compañeras mías del colegio. Hanneli y Sanne eran
antes mis mejores amigas, y cuando nos veían juntas, siempre nos decían: «Ahí
van Anne, Hanne y Sanne». A Jacqueline van Maarsen la conocí hace poco en el
liceo judío y es ahora mi mejor amiga. Ilse es la mejor amiga de Hanneli, y
Sanne va a otro colegio, donde tiene sus amigas.
El club me ha regalado un libro precioso, Sagas y
leyendas neerlandesas. pero por equivocación me han regalado el segundo tomo, y
por eso he cambiado otros dos libros por el primer tomo. La tía Helene me ha
traído otro rompecabezas, la tía Stephanie un broche muy mono y la tía Leny, un
libro muy divertido, Las vacaciones de Daisy en la montaña. Esta mañana, cuando
me estaba bañando, pensé en lo bonito que sería tener un perro como
Rin-tin-tín. Yo también lo llamaría Rin-tin-tín, y en el colegio siempre lo
dejaría con el conserje, o cuando hiciera buen tiempo, en el garaje para las
bicicletas.
Lunes, 15 de junio de 1942.
El domingo por la tarde festejamos mi cumpleaños.
Rin-tin-tín gustó mucho a mis compañeros. Me regalaron dos broches, un punto
para libros y dos libros. Ahora quisiera contar algunas cosas sobre las clases
y el colegio, comenzando por los alumnos.
Betty Bloemendaal tiene aspecto de pobretona, y creo
que de veras lo es, vive en la Jan Klasenstraat, una calle al oeste de la
ciudad, que ninguno de nosotros sabe dónde queda.
En el colegio es muy buena alumna, pero solo porque es
muy aplicada, pues su inteligencia va dejando que desear. Es una chica bastante
tranquila.
A Jacqueline van Maarsen la consideran mi mejor amiga,
pero nunca he tenido una verdadera amiga. Al principio pensé que Jacque lo
sería, pero me ha decepcionado bastante.
D. Q. [2] es una chica muy nerviosa que siempre se
olvida de las cosas y a la que en el colegio dan un castigo tras otro. Es muy
buena chica, sobre todo con G. Z.
E. S. es una chica que habla tanto que termina por
cansarte. Cuando te pregunta algo, siempre se pone a tocarte el pelo o los
botones. Dicen que no le caigo nada bien, pero no me importa mucho, ya que ella
a mí tampoco me parece demasiado simpática. Henny Mets es una chica alegre y
divertida, pero habla muy alto y cuando juega en la calle se nota que todavía
es una niña. Es una lástima que tenga una amiga, llamada Beppy, que influye
negativamente en ella, ya que esta es una marrana y una grosera.
J. R., a quien podríamos dedicar capítulos enteros, es
una chica presumida, cuchicheadora, desagradable, que le gusta hacerse la
mayor; siempre anda con tapujos y es una hipócrita. Se ha ganado a Jacqueline,
lo que es una lástima. Llora por cualquier cosa, es quisquillosa y sobre todo
muy melindrosa. Siempre quiere que le den la razón. Es muy rica y tiene el
armario lleno de vestidos preciosos, pero que la hacen muy mayor. La tonta se
cree que es muy guapa, pero es todo lo contrario. Ella y yo no nos soportamos
para nada.
Ilse Wagner es una niña alegre y divertida, pero es una
quisquilla y por eso a veces un poco latosa. Ilse me aprecia mucho. Es muy
guapa, pero holgazana. Hanneli Goslar, o Lies, como la llamamos en el colegio,
es una chica un poco curiosa. Por lo general es tímida, pero en su casa es de
lo más fresca. Todo lo que le cuentas se lo cuenta a su madre. Pero tiene
opiniones muy definidas y sobre todo últimamente le tengo mucho aprecio.
Nannie van Praag-Sigaar es una niña graciosa, bajita e
inteligente. Me cae simpática.
Es
bastante guapa. No hay mucho que comentar sobre ella.
Eefje de Jong es muy maja. Solo tiene doce años, pero
ya es toda una damisela. Me trata siempre como a un bebé. También es muy
servicial, y por eso me cae muy bien. G. Z. es la más guapa del curso. Tiene
una cara preciosa, pero para las cosas del colegio es bastante cortita. Creo
que tendrá que repetir curso, pero eso, naturalmente, nunca se lo he dicho.
(Añadido)
Para gran sorpresa mía, G. Z. no ha tenido que repetir
curso.
Y la última de las doce chicas de la clase soy yo, que
soy compañera de pupitre de G. Z. Sobre los chicos hay mucho, aunque a la vez
poco que contar. Maurice Coster es uno de mis muchos admiradores, pero es un
chico bastante pesado.
Sallie Springer es un chico terriblemente grosero y
corre el rumor de que ha copulado. Sin embargo me cae simpático, porque es muy
divertido.
Emiel Bonewit es el admirador de G. Z. , pero ella a él
no le hace demasiado caso. Es un chico bastante aburrido.
Rob Cohen también ha estado enamorado de mí, pero ahora
ya no lo soporto. Es hipócrita, mentiroso, llorón, latoso, está loco y se da
unos humos tremendos. Max van der Velde es hijo de unos granjeros de Medemblik,
pero es un buen tipo, como diría Margot.
Herman Koopman también es un grosero, igual que Jopie
de Beer, que es un donjuán y un mujeriego.
Leo Blom es el amigo del alma de Jopie de Beer, pero se
le contagia su grosería. Albert de Mesquita es un chico que ha venido del
colegio Montessori y que se ha saltado un curso. Es muy inteligente.
Leo Slager ha venido del mismo colegio pero no es tan
inteligente. Ru Stoppelmon es un chico bajito y gracioso de Almelo, que ha
comenzado el curso más tarde.
C. N. hace todo lo que está prohibido.
Jacques Kocernoot está sentado detrás de nosotras con
Pam y nos hace morir de risa (a G. y a mí).
Harry Schaap es el chico más decente de la clase, y es
bastante simpático. Werner Joseph ídem de ídem, pero por culpa de los tiempos
que corren es algo callado, por lo que parece un chico un tanto aburrido.
Sam Salomon parece uno de esos pillos arrabaleros, un
granuja. (¡Otro admirador!). Appie Riem es bastante ortodoxo, pero otro
mequetrefe.
Ahora debo terminar. La próxima vez tendré muchas cosas
que escribir en ti, es decir, que contarte. ¡Adiós! ¡Estoy contenta de tenerte!
Sábado, 20 de junio de 1942.
Para alguien como yo es una sensación muy extraña
escribir un diario. No solo porque nunca he escrito, sino porque me da la
impresión de que más tarde ni a mí ni a ninguna otra persona le interesarán las
confidencias de una colegiala de trece años. Pero eso en realidad da igual,
tengo ganas de escribir y mucho más aún de desahogarme y sacarme de una vez
unas cuantas espinas. «El papel es más paciente que los hombres». Me acordé de
esta frase uno de esos días medio melancólicos en que estaba sentada con la
cabeza apoyada entre las manos, aburrida y desganada, sin saber si salir o
quedarme en casa, y finalmente me puse a cavilar sin moverme de donde estaba.
Sí, es cierto, el papel es paciente, pero como no tengo intención de enseñarle
nunca a nadie este cuaderno de tapas duras llamado pomposamente «diario», a no
ser que alguna vez en mi vida tenga un amigo o una amiga que se convierta en el
amigo o la amiga «del alma», lo más probable es que a nadie le interese.
He llegado al punto donde nace toda esta idea de
escribir un diario: no tengo ninguna amiga.
Para ser más clara tendré que añadir una explicación,
porque nadie entenderá cómo una chica de trece años puede estar sola en el
mundo. Es que tampoco es tan así: tengo unos padres muy buenos y una hermana de
dieciséis, y tengo como treinta amigas en total, entre buenas y menos buenas.
Tengo un montón de admiradores que tratan de que nuestras miradas se crucen o
que, cuando no hay otra posibilidad, intentan mirarme durante la clase a través
de un espejito roto. Tengo a mis parientes, a mis tías, que son muy buenas, y
un buen hogar. Al parecer no me falta nada, salvo la amiga del alma. Con las
chicas que conozco lo único que puedo hacer es divertirme y pasarlo bien. Nunca
hablamos de otras cosas que no sean las cotidianas, nunca llegamos a hablar de
cosas íntimas. Y ahí está justamente el quid de la cuestión. Tal vez la falta
de confidencialidad sea culpa mía, el asunto es que las cosas son como son y
lamentablemente no se pueden cambiar. De ahí este diario.
Para realzar todavía más en mi fantasía la idea de la
amiga tan anhelada, no quisiera apuntar en este diario los hechos sin más, como
hace todo el mundo, sino que haré que el propio diario sea esa amiga, y esa
amiga se llamará Kitty. ¡Mi historia! (¡Cómo podría ser tan tonta de
olvidármela!).
Como nadie entendería nada de lo que fuera a contarle a
Kitty si lo hiciera así, sin ninguna introducción, tendré que relatar
brevemente la historia de mi vida, por poco que me plazca hacerlo.
Mi padre, el más bueno de todos los padres que he
conocido en mi vida, no se casó hasta los treinta y seis años con mi madre, que
tenía veinticinco. Mi hermana Margot nació en 1926 en Alemania, en Francfort
del Meno. El 12 de junio de 1929 le seguí yo. Viví en Francfort hasta los
cuatro años. Como somos judíos «de pura cepa», mi padre se vino a Holanda en
1933, donde fue nombrado director de Opekta, una compañía holandesa de
preparación de mermeladas. Mi madre, Edith Holländer, también vino a Holanda en
septiembre, y Margot y yo fuimos a Aquisgrán, donde vivía mi abuela. Margot
vino a Holanda en diciembre y yo en febrero, cuando me pusieron encima de la
mesa como regalo de cumpleaños para Margot.
Pronto empecé a ir al jardín de infancia del colegio
Montessori, y allí estuve hasta cumplir los seis años. Luego pasé al primer
curso de la escuela primaria. En sexto tuve a la señora Kuperus, la directora.
Nos emocionamos mucho al despedirnos a fin de curso y lloramos las dos, porque
yo
había
sido admitida en el liceo judío, al que también iba Margot.
Nuestras vidas transcurrían con cierta agitación, ya
que el resto de la familia que se había quedado en Alemania seguía siendo
víctima de las medidas antijudías decretadas por Hitler. Tras los pogromos de
1938, mis dos tíos maternos huyeron y llegaron sanos y salvos a Norteamérica;
mi pobre abuela, que ya tenía setenta y tres años, se vino a vivir con
nosotros.
Después de mayo de 1940, los buenos tiempos quedaron
definitivamente atrás: primero la guerra, luego la capitulación, la invasión
alemana, y así comenzaron las desgracias para nosotros los judíos. Las medidas
antijudías se sucedieron rápidamente y se nos privó de muchas libertades. Los
judíos deben llevar una estrella de David; deben entregar sus bicicletas; no
les está permitido viajar en tranvía; no les está permitido viajar en coche,
tampoco en coches particulares; los judíos solo pueden hacer la compra desde
las tres hasta las cinco de la tarde; solo pueden ir a una peluquería judía; no
pueden salir a la calle desde las ocho de la noche hasta las seis de la
madrugada; no les está permitida la entrada en los teatros, cines y otros
lugares de esparcimiento público; no les está permitida la entrada en las
piscinas ni en las pistas de tenis, de hockey ni de ningún otro deporte; no les
está permitido practicar remo; no les está permitido practicar ningún deporte
en público; no les está permitido estar sentados en sus jardines después de las
ocho de la noche, tampoco en los jardines de sus amigos; los judíos no pueden
entrar en casa de cristianos; tienen que ir a colegios judíos, y otras cosas
por el estilo. Así transcurrían nuestros días: que si esto no lo podíamos
hacer, que si lo otro tampoco. Jacques siempre me dice: «Ya no me atrevo a
hacer nada, porque tengo miedo de que esté prohibido». En el verano de 1941, la
abuela enfermó gravemente. Hubo que operarla y mi cumpleaños apenas lo
festejamos. El del verano de 1940 tampoco, porque hacía poco que había acabado
la guerra en Holanda. La abuela murió en enero de 1942. Nadie sabe lo mucho que
pienso en ella, y cuánto la sigo queriendo. Este cumpleaños de 1942 lo hemos
festejado para compensar los anteriores, y también tuvimos encendida la vela de
la abuela.
Nosotros cuatro todavía estamos bien, y así hemos
llegado al día de hoy, 20 de junio de 1942, fecha en que estreno mi diario con
toda solemnidad.
Sábado, 20 de junio de 1942.
Querida Kitty:
Empiezo ya mismo. En casa está todo tranquilo. Papá y
mamá han salido y Margot ha ido a jugar al ping-pong con unos chicos en casa de
su amiga Trees. Yo también juego mucho al ping-pong últimamente, tanto que
incluso hemos fundado un club con otras cuatro chicas, llamado «La Osa Menor
menos dos». Un nombre algo curioso, que se basa en una equivocación. Buscábamos
un nombre original, y como las socias somos cinco pensamos en las estrellas, en
la Osa Menor. Creíamos que estaba formada por cinco estrellas, pero nos
equivocamos: tiene siete, al igual que la Osa Mayor. De ahí lo de «menos dos».
En casa de Ilse Wagner tienen un juego de ping-pong, y la gran mesa del comedor
de los Wagner está siempre a nuestra disposición. Como a las cinco jugadoras de
ping-pong nos gusta mucho el helado, sobre todo en verano, y jugando al ping-pong
nos acaloramos mucho, nuestras partidas suelen terminar en una visita a alguna
de las heladerías más próximas abiertas a los judíos, como Oase o Delphi. No
nos molestamos en llevar nuestros monederos, porque Oase está generalmente tan
concurrido que entre los presentes siempre hay algún señor dadivoso
perteneciente a nuestro amplio círculo de amistades, o algún admirador, que nos
ofrece más helado del que podríamos tomar en toda una semana.
Supongo que te extrañará un poco que a mi edad te esté hablando
de admiradores. Lamentablemente, aunque en algunos casos no tanto, en nuestro
colegio parece ser un mal ineludible. Tan pronto como un chico me pregunta si
me puede acompañar a casa en bicicleta y entablamos una conversación, nueve de
cada diez veces puedes estar segura de que el muchacho en cuestión tiene la
maldita costumbre de apasionarse y no quitarme los ojos de encima. Después de
algún tiempo, el enamoramiento se les va pasando, sobre todo porque yo no hago
mucho caso de sus miradas fogosas y sigo pedaleando alegremente. Cuando a veces
la cosa se pasa de castaño oscuro, sacudo un poco la bici, se me cae la
cartera, el joven se siente obligado a detenerse para recogerla, y cuando me la
entrega yo ya he cambiado completamente de tema. Estos no son sino los más
inofensivos; también los hay que te tiran besos o que intentan cogerte del
brazo, pero conmigo lo tienen difícil: freno y me niego a seguir aceptando su
compañía, o me hago la ofendida y les digo sin rodeos que se vayan a su casa.
Basta por hoy. Ya hemos sentado las bases de nuestra
amistad. ¡Hasta mañana!
Tu Ana.
Domingo, 21 de junio de 1942.
Querida Kitty:
Toda la clase tiembla. El motivo, claro, es la reunión
de profesores que se avecina. Media clase se pasa el día apostando a que si
aprueban o no el curso. G. Z. y yo nos morimos de risa por culpa de nuestros
compañeros de atrás, C. N. y Jacques Kocernoot, que ya han puesto en juego todo
el capital que tenían para las vacaciones. «¡Que tú apruebas!», «¡que no!»,
«¡que sí!», y así todo el santo día, pero ni las miradas suplicantes de G.
pidiendo silencio, ni las broncas que yo les suelto, logran que aquellos dos se
calmen. Calculo que la cuarta parte de mis compañeros de clase deberán repetir
curso, por lo zoquetes que son, pero como los profesores son gente muy
caprichosa, quién sabe si ahora, a modo de excepción, no les da por repartir
buenas notas.
En cuanto a mis amigas y a mí misma no me hago
problemas, creo que todo saldrá bien. Solo las matemáticas me preocupan un
poco. En fin, habrá que esperar.
Mientras
tanto, nos damos ánimos mutuamente.
Con todos mis profesores y profesoras me entiendo
bastante bien. Son nueve en total: siete hombres y dos mujeres. El profesor
Keesing, el viejo de matemáticas, estuvo un tiempo muy enfadado conmigo porque
hablaba demasiado. Me previno y me previno, hasta que un día me castigó. Me
mandó hacer una redacción; tema: «La parlanchina». ¡La parlanchina! ¿Qué se
podría escribir sobre ese tema? Ya lo vería más adelante. Lo apunté en mi
agenda, guardé la agenda en la cartera y traté de tranquilizarme. Por la noche,
cuando ya había acabado con todas las demás tareas, descubrí que todavía me
quedaba la redacción. Con la pluma en la boca, me puse a pensar en lo que podía
escribir. Era muy fácil ponerse a desvariar y escribir lo más espaciado
posible, pero dar una prueba convincente de la necesidad de hablar ya resultaba
más difícil. Estuve pensando y repensando, luego se me ocurrió una cosa, llené
las tres hojas que me había dicho el profe y me quedé satisfecha. Los
argumentos que había aducido eran que hablar era propio de las mujeres, que
intentaría moderarme un poco, pero que lo más probable era que la costumbre de
hablar no se me quitara nunca, ya que mi madre hablaba tanto como yo, si no
más, y que los rasgos hereditarios eran muy difíciles de cambiar. Al profesor
Keesing le hicieron mucha gracia mis argumentos, pero cuando en la clase
siguiente seguí hablando, tuve que hacer una segunda redacción esta vez sobre
«La parlanchina empedernida». También entregué esa redacción, y Keesing no tuvo
motivo de queja durante dos clases. En la tercera, sin embargo, le pareció que
había vuelto a pasarme de la raya. «Ana Frank, castigada por hablar en clase.
Redacción sobre el tema: “Cuacuá, cuacuá, parpaba la pata”».
Todos mis compañeros soltaron la carcajada. No tuve más
remedio que reírme con ellos, aunque ya se me había agotado la inventiva en lo
referente a las redacciones sobre el parloteo. Tendría que ver si le encontraba
un giro original al asunto. Mi amiga Sanne, poetisa excelsa, me ofreció su
ayuda para hacer la redacción en verso de principio a fin, con lo que me dio
una gran alegría. Keesing quería ponerme en evidencia mandándome hacer una
redacción sobre un tema tan ridículo, pero con mi poema yo le pondría en
evidencia a él por partida triple.
Logramos terminar el poema y quedó muy bonito. Trataba
de una pata y un cisne que tenían tres patitos. Como los patitos eran tan
parlanchines, el papá cisne los mató a picotazos. Keesing por suerte entendió y
soportó la broma; leyó y comentó el poema en clase y hasta en otros cursos. A
partir de entonces no se opuso a que hablara en clase y nunca más me castigó;
al contrario, ahora es él el que siempre está gastando bromas.
Tu Ana.
Actividades:
1
¿Quién es Kitty?
2
Haz la lista de los regalos de cumpleaños de Anna.
3
¿Cuál fue el regalo que más le gustó a la protagonista?
4 para ti ¿cuál ha sido el mejor regalo que te
han dado de cumpleaños? Explica el por qué.
5
Según la descripción de los compañeros de clase de Anna, realiza un recuadro de
tres divisiones: en un recuadro coloca el nombre del personaje que allí
menciona Anna, en otro recuadro, coloca la descripción de dicho personaje y en
el último recuadro; debes hacer la similitud en tu mente y colocar el nombre de
tu compañero, el cual se parece al que Ana mencionó.
Ejemplo:
G.Z es la más guapa
pero es poco inteligente y se parece a mi compañera Tatiana. (Tú lo haces en
recuadro, pero así es la instrucción)
6 Escribe
las palabras que desconozcas y busca el significado.
7 ¿Qué cosas
tenían prohibido hacer los judíos, según la descripción que hace la
protagonista?
8 Investiga
qué fue lo que sucedió en el mandato de Adolfo Hitler en contra de los judíos.
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